Dirigir todos los esfuerzos y recursos a intentar conseguir el principal, y a menudo tan difícil, objetivo de la lectura-placer y de la educación del gusto literario no es la conducta usual de la «madrastra pedagógica» (Orquín, 1988) que todavía domina en nuestra escuela; exige la noble condición de la autonomía y de la gratuidad para el tratamiento de la literatura, lo cual se opone tanto a su utilización como pretexto para impartir conocimientos de variada índole más o menos amenamente, como a la peligrosa tendencia a encorsetar sus indudables beneficios en el ámbito del aprendizaje de la lectura y la escritura. El gran maestro Gianni Rodari, con sus planteamientos renovadores desde el profundo respeto a los niños, ironiza sobre «las nuevas maneras de enseñar a odiar la literatura» (1988). Entre ellas señala las de enfrentar el libro a la TV y el tebeo, no ofrecer una elección suficiente, imponer aburridos deberes tras la lectura o culpabilizar a los niños que no leen. Hay que hacer una reflexión muy seria sobre el peligro de mal-escolarizar la literatura, incluso por parte de quienes la consideran como fin en sí misma, cuando a la postre obligan a leer:
TOMADO DE : http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/literatura-infantil-y-formacin-de-un-nuevo-maestro-0/html/003f3304-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html
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