A menudo, nuevas ráfagas de la progresiva
relegación de la literatura en los currículos y planes de estudio de todos los
ciclos educativos, porque en la sociedad de la tecnología y el pragmatismo
parece que nuestro estimado objeto de deseo no sirve para nada útil. Sin
embargo, nadie se atrevería a negar su valor en nuestras vidas. Por eso, muchos
seguimos empeñados en seguir protegiendo un espacio para la literatura en la
educación. Tal vez porque sólo ella sabe acudir a nuestra llamada, a nuestro
deseo, siempre insatisfecho, de búsqueda de la verdad y de la belleza.
«Si desapareciera la literatura no perderíamos
un arte, sino el alma».
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